miércoles, 14 de marzo de 2018

el saludo ibero

Después, los habitantes cogieron miedo a que el enemigo, en caso de penetrar en la ciudad, degollase a mansalva a todo el que encontrase, cartaginés o hispano indiscriminadamente. Abriendo, pues, repentinamente la puerta, se echaron en masa fuera de la ciudad poniendo los escudos por delante por si les disparaban venablos desde lejos y mostrando desnudas las diestras para que se viera bien que habían arrojado las espadas. No se sabe con certeza si la distancia impidió captar bien esta circunstancia o si se sospechó una trampa; se cargó con saña contra los tránsfugas y fueron destrozados como si fuera una formación que presentaba batalla; y por aquella misma puerta se irrumpió violentamente en la ciudad.

Tito Livio XXVIII 3 y 4




Sería pues, según el arqueólogo español J. Cabré, un saludo genuinamente ibero el que se utilizó posteriormente en todo el Imperio Romano como saludo tradicional. El conocido como “saludo romano”. Para los iberos era un gesto revestido de especial sacralidad, pues en los exvotos de los santuarios, ellos mismos se auto representaban, con frecuencia, saludando e invocando a las Divinidades en pie y efectuando el “saludo étnico” tradicional de su Pueblo. Los romanos no hicieron sino asimilarlo a sus propios usos y costumbres culturales. De hecho, los romanos se refieren a este como “Salutatio ibérica”.



De hecho, una de estas variantes consistía en doblar el codo y alzar la palma abierta, que, curiosamente, coincide con el saludo de los indios del Oeste (muy parecido al actual), el cual solía acompañarse de la palabra jao, que no es otra cosa que la deformación del utilizadísimo introductor how anglosajón.

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Al iniciarse en 18 de Julio de 1936 el Movimiento Nacional, como exaltación espiritual de nuestra Patria ante el materialismo comunista que amenazaba destruirla, entre las fórmulas de expresión de vibrante entusiasmo de aquellos días surgió, frente al puño cerrado, símbolo de odio y de violencia que el comunismo levantaba, el saludo brazo en alto y con la palma de la mano abierta, de rancio abolengo ibérico, espontáneamente adoptado en pueblos y lugares; saludo que ya en los albores de nuestra Historia constituyó símbolo de paz y de amistad entre sus hombres.

Decreto de la Presidencia del Consejo de Ministros, publicado en el BOE nº. 257 del 14 de septiembre de 1945

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