domingo, 18 de marzo de 2018

ada-kaleh: la isla sumergida

Pinturas y fotos de la isla. La última es la única aérea que existe, de las décadas 20 0 30.







































Fue una isla del Danubio de dos kilómetros de longitud y algo menos de medio kilómetro de anchura. Se encontraba en un lugar llamado Cazane, donde el curso del río se estrechaba y las aguas pasaban por un desfiladero grandioso, entre rocas que se perdían en el cielo. El nombre lo tomó de las primeras fortificaciones construidas aquí, contra los turcos, por Iancu Hunedoara. Cuando llegaron los turcos, la bautizaron "Ciudad de la Isla" (Ada-Kaleh). Como los flecos deshilachados de la frontera entre los imperios otomano y austriaco pasaron con frecuencia delante y por detrás de la isla, ésta cambió muchas veces de nombre y de topología. En 1716 pasó a los mapas bajo el nombre de Carolina y luego, dado que Franz Joseph, huyendo de los turcos, enterró su corona en la isla (en el centro geométrico exacto del rombo rodeado de agua, como anotó el alquimista del emperador, el islote fue rebautizado "Corona". En 1717 Eugenio de Saboya construyó aquí una de las más modernas y más sólidas ciudadelas de la época. La isla solo estaba habitada por pacíficos escorpiones mediterráneos y serpientes inofensivas, de vientre amarillo, que se escabullían entre las hierbas. Un botánico húngaro descubrió en la isla dieciocho especies de plantas con flores que no existían en ninguna otra parte del mundo.


Ada-Kaleh entre 1890 y 1905. Impresión Photochrom (litográfica) de autor anónimo. Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.






















Solo tras casi un siglo de conquistas y reconquistas del bastión, pudo la isla conocer la calma, así que unos cuantos centenares de prófugos -en su mayoría piratas- de un imperio otomano en proceso de desintegración encontraron refugio entre las ruinas de la ciudadela. Eran turcos, kirguices, árabes, persas, desavenidos por la lengua y unidos por la fe, que, a lo largo de varias décadas, levantaron la aldea que más adelante engullirían las aguas. Se dejaron de arrebatos belicosos y se hicieron vendedores de delicias turcas y suciuc, fabricantes de braga y artesanos del latón, cultivadores de tabaco o, simplemente, pescadores. Llevaron a sus mujeres envueltas en velos, para que les acarrearan el agua en cántaros, sobre la cabeza, y para que criaran a sus hijos. Cuando sucumbió el "Enfermo de Europa", la isla turca se independizó de la madre patria, y en 1922, a través de un plebiscito, pasó a manos de la administración rumana.
La mezquita en 1912, con su jardín, interior de 1937 y otras fotos y postales.




























Entre las dos guerras siguió una época de gloria, leyenda y magia pintoresca de la isla, bautizada a partir de entonces "anillo de esmeralda del dedo del Reino de Rumanía" o "cesto de flores que flota en el Danubio". Los sucesivos gobernadores llevaron una política autónoma, gracias a la cual la modesta aldea originaria se transformó en una especie de paraíso escapado de los versos de los versos de Ion Barbu: "Junto a un Danubio turco / En una llanura de tabaco / En medio del mal y el bien / Tiene que florecer / Blanca, cálida Isarlâk". Las casitas cegadoramente blancas se agrupaban en torno a la mezquita, en cuyo centro se alzaba el minarete desde el que el muecín emitía los cantos. Construida como iglesia por los monjes franciscanos en el siglo XVIII, el edificio de la mezquita fue consagrado al Profeta y consiguió el minarete nuevo gracias a los milagros realizados en la isla por el imán Miskin-Bada, que sería enterrado a los pies de la torre. Pero la maravilla principal de la mezquita, de la isla e incluso de todo el mundo islámico era (y lo sigue siendo aún, pues hoy en día se encuentra enrollada, por falta de espacio, en el edificio de la mezquita de Constanta) la famosa alfombra persa, la más grande del mundo en aquella época, que decoraba la sala principal de la mezquita. Medía quince metros de largo por nueve de ancho, y pesaba quinientos kilos. La alfombra fue donada a la comunidad turca de la isla por el sultán Abdul Hamid II, en 1904, en señal de veneración al santo musulmán allí enterrado. Los que durante el día pisaban la legendaria alfombra y, durante el rezo, hundían la frente en su increíble grosor, soñaban porla noche con el Paraíso lleno de huríes voluptuosas y montañas de jugoso pilaf, como en los suras del Corán.

Mi madre me contaba que, cuando era una cría, ancianos turcos iban hasta su pueblo en un carrito tirado por un burro. Vendían especialidades de Oriente: delicias turcas traslúcidas como cristal blando, mostillo, turrón de nuez, higos secos. Como la gente no tenía dinero, los turcos les regalaban esos manjares a cambio de huevos o mazorcas de maíz. les gustaban los niños y muchas veces, alos más pobres, como era mi madre, les regalaban dulces. Muchos de los turcos que así recorrían Muntenia debían de proceder de Ala-Kaleh.

Pero más allá de estos quehaceres humildes, tradicionales, la prosperidad y la fama de la isla se debían a la fábrica de cigarrillos Musulmana, famosa literalmente en el mundo entero durante el periodo de entreguerras. Sentadas en sus bancos de trabajo en una nave gigantesca, riendo y bromeando entre ellas, las mujeres turcas enrollaban los puros con las manos y el pecho, y los alineaban luego en cajitas de madera aromática, en las que ponía "Mariscal", "Regal", "Bafra", "Ali Kadri"... Puesto que la isla era un puerto franco, la fábrica estaba libre de pagar aranceles de exportación, y así prosperó de forma increíble hasta convertirse en la proveedora de humo enrollado y perfumado de las principales casas reales de Europa. La empresa fue fundada por un antiguo pescador, Ali Kadri, que enseguida se convirtió en el "sultán" de la comunidad. Su palacio, alzado junto a la mezquita, era el edificio más importante de Ada-Kaleh. "Toda la isla está en la barriga de Ali Kadri", escribió una vez un reportero.

Gente de la isla, Bego Mustafa el gobernante en 1900, el embarcadero, las casas más ricas, el modesto dispensario y el ferry.





























En los años treinta, la isla era una especie de yate de lujo varado en medio del Danubio. Sus calles estaban llenas de cafés y bazares que no cerraban nunca, el contrabando y el comercio se daban la mano ante los ojos permisivos de las autoridades; como en "Casablanca", las historias de amor sucedían bajo velos espesos, provocados por una china de hachís y una cucharita de sorbete.

La isla "se hundió" por primera vez en 1948, cuando las oleadas de la historia ahuyentaron el lujo oriental. Los negocios fueron nacionalizados o clausurados. También la fábrica de cigarrillos pasó a manos del Estado. Sin embargo, incluso con los comunistas, el encanto mágico de la isla sobrevivió, pues estaba en la mente y en el corazón de todos, al menos como alfombra oriental o como canción.

El fuerte de Ada-Kaleh: usado como viviendas, los sótanos , algunas paredes y la puerta principal (la última de los 50 o 60).





























El desastre, increíble para los rumanos, llegó después, cuando, con el chasquido de los dedos de un futuro tirano, uno de los lugares más bellos de la tierra fue arrasado como si no hubiera existido nunca, Cuando años más tarde Ceaucescu destruyó iglesias, cuando derribó el centro histórico de Bucarest o cuando quiso eliminar -un tornado de rostro humano- los pueblos rumanos, protestó toda la comunidad internacional. Pero el crimen contra la isla Ada-Kaleh tuvo lugar en el momento en que el presidente era un héroe a ojos de todo el mundo: se había opuesto a la invasión de Checoslovaquia por parte de las tropas del Tratado de Varsovia, se había paseado en la carroza de la reina de Inglaterra y había visitado la América de Nixon. ¿Quién iba a protestar? ¿Quién podría entenderlo? Por una parte, teníamos un héroe nacional y unos intereses económicos vinculados a la central. Por otra, una manada de turcos en un parche de tierra entre las aguas... También la propaganda comunista funcionó a toda máquina: sí, Orsova, la antigua ciudad rumana, desaparecería, pero se contruiría Nueva Orsova. una ciudad moderna en un Estado moderno. Sí, la isla de Ada-Kaleh sería devorada por las aguas, pero renacería en otra isla, Simian, adonde trasladarían la mezquita y una parte de la ciudadela. Es inútil decir que Simian no se convirtió jamás en otra Ada-Kaleh. de hecho, volaron la ciudadela y allanaron la propia isla con excavadoras. Transportaron unas cuantas piedras de la mezquita -abandonadas luego a su suerte- a la nueva isla ahogada por la maleza. A los mil turcos de Ada-Kaleh les ofrecieron elegir entre seguir siendo ciudadanos rumanos o emigrar a Turquía. Aparte de unos cuantos viejos, demasiado nostálgicos como para partir lejos de los paisajes de su juventud, los demás se fueron para siempre. En Estambul y en Ankara aparecieron luego fábricas textiles de la marca Ada-Kaleh que producía ropa barata y de calidad. La delicia turca "lokum", conocida también como Ada-Kaleh, se vende todavía hoy en los bazares del Cuerno de Oro.
Troquel publicitario de un famoso dulce de la isla, caja de cerillas de 1936, postales turísticas (la doble es de 1912, ) y fotos 
(la del ferry amarrado es del 36, la última es de Simian Islan, el nuevo proyecto, más bien reclamo publicitario, para sus pobladores).






























Durante mucho tiempo, los que se quedaron en Nueva Orsova se reunían en la orilla del Danubio, las noches de luna llena, cuando el agua se transformaba en un cristal grueso bajo el que se podían adivinar con claridad -sostenían ellos con obstinación- la antigua isla, en el fondo del Danubio, no solo con su mezquita, el palacio de Ada Kadri y la fábrica Musulmana, sino con cada una de las tiendas de dulces y refrescos, las suyas y las de sus vecinos. Luego los viejos, que vestían aún bombachos y fumaban aún narguiles, fueron muriendo uno tras otro, soñando tal vez con el Paraíso lleno de huríes, montañas de pilaf y aves Fénix, como señala el Corán. de la esmeralda que en otra época brillaba en el dedo del Reino de Rumanía quedaron únicamente una canción, "Ada-Kaleh, Ada-Kaleh", compuesta por Eli Roman con los versos de Grigoriu, y una novela, "Noches en Ada-Kaleh", de Romulus Dianu, olvidadas también hace tiempo.

Mircea Cartarescu en El ojo castaño de nuestro amor. Traducido por Marian Ochoa para la editorial Impedimenta, 2016

Estimación de la posición de Ada Kaleh. Foto: Google Earth, enero de 2010. Gráficos: Don Hitchcock, febrero de 2010.

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