lunes, 12 de junio de 2017

un cuaderno escondido entre las copas



A veces sucede que uno está sentado en una mesa llena de platos y copas, y un montón de gente desconocida. Solo queda mirar fijamente a la comida o enfrentarse a los comensales.

No conozco forma más amable que a través del cuaderno. Es la excusa perfecta para saber cómo se llaman y por qué están allí (esa extraña red de la familia), y de llenar toda esa gran pausa estúpida en tu vida.

La cosa va más o menos bien, hasta puede considerarse divertida. Lo peor viene cuando la de enfrente hace poses, y luego se levanta a ver lo que haces, y la cara se la has hecho demasiado redonda y para qué el dineral que se ha gastado en la pelu para esos pelos de rata que le has puesto. Y se lo cuenta a su padre, y su padre a su hermano, y éste a su cuñada. Entonces viene una señora que había en la esquina del fondo que quiere verse, y yo le digo que estaba muy lejos y no tiene detalle, pero no está muy convencida porque con los de este lado te has esmerado más.

Con unas cosas y otras, las tres horas que llevas sentado sobre el forro de tela de tu silla, se han pasado deprisa. La gente viene con el móvil a llevarse su retrato, y te saludan atentamente encantados, para la próxima te volveremos a contratar.

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