lunes, 3 de abril de 2017

de rodillas







El rito funciona por sí solo, como un reloj automático. Con ese placer que proporciona el balanceo del engranaje sin esfuerzo, o el que nos lleven de la mano sin tener que pensar adonde. Pero ¿Y si esa mano no es la de tu madre?¿Y si es la del demonio disfrazado de mamá cabra o, peor aún, la de un cura lascivo disfrazado de apóstol?

Estas maravillosas fotos de micr.es de la procesión del domingo pasado en Ciudad Real, que no dicen de quién son, pero que parecen de José Ramón García-Carpintero o Manuel Ruiz Toribio, de quienes hemos visto muy buenos reportajes, nos hacen viajar en el túnel del tiempo. Un viaje que por nada del mundo deseo, pero que se hace obligatorio si uno no puede huir a un sitio remoto sin trompetas, ni tambores. Sin sangre.

Es el momento de recluirse en los espacios abiertos. De disfrutar de la verde primavera, del sonido de los arroyos, de las caricias del sol. Ahora que sabemos que los humanos caminan sobre el asfalto al son de los tambores, narcotizados por ese fuerte olor a cera e incienso, postrados ante este mundo, de rodillas.

La limpieza de la cera de las velas vertida por las calles supone dos semanas de trabajo de los empleados municipales, tras la inversión en un furgón de hidrolimpieza.

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